El Domingo 06 de Diciembre, muy temprano en la mañana, nos encontramos en la terminal de ómnibus de la ciudad de La Plata para abordar el micro rumbo a Magdalena. El colectivo salió a las 8:30 hs. y demoró aproximadamente una hora en llegar a la fábrica Nestlé, donde bajamos. A partir de ahí, tomamos a pie la ruta hacia Atalaya.
Después de una importante lluvia caída durante el día Sábado, el Domingo había amanecido lindo. El sol de la mañana empezaba a calentar el aire mientras nosotros recorríamos la ruta. Durante el camino pudimos observar varias especies vegetales e insectos propios de la zona, como así también un par de ejemplares de comadreja overa que lamentablemente habían sido atropellados por algún vehículo.
A eso de las 11 llegamos a Atalaya. Al entrar en la calle principal, en uno de sus márgenes, se había formado un pequeño charco donde encontramos una Rana criolla con toda su prole, amontonados en un pequeño sector a pesar del gran espacio disponible. Después de fotografiarla, pasamos por un almacén de pueblo en busca de provisiones para el almuerzo y tomamos el camino que se dirigía hacia los bañados y la costa. Era una calle de tierra en muy mal estado, debido seguramente a la abundante lluvia que había caído en los días anteriores. La tierra ya no era tierra, sino barro y pozos llenos de agua. Muy pocos espacios estaban firmes por lo que no hubo otra opción más que embarrarse los pies.
Luego de recorrer casi un km. en estas condiciones, llegamos a la playa. Allí almorzamos y descansamos un rato. El cielo se había cubierto y la lluvia amenazaba con llegar nuevamente, mientras un enjambre de mosquitos nos rodeaba en busca de alimento. Las condiciones que habíamos visto al principio del día habían cambiado...
No dispuestos a retirarnos continuamos caminando por la playa entre lirios, juncos, cortaderas y sauces criollos, hasta llegar a una zona donde la arena era demasiado blanda y nos enterrábamos mucho. Al no tener otra alternativa de paso decidimos volver por donde habíamos venido y encontrar otra manera de pasar por allí.
Volvimos otra vez al camino de barro, pero esta vez nos desviamos por un sendero del costado que aparentaba estar más seco y estable. La apariencia duro sólo unos 50 metros, ya que a partir de ahí, de forma alternada, empezaron a aparecer charcos cada vez más grandes que desafiaban todo nuestro ingenio al intentar cruzarlos. A nuestro alrededor se escuchaba el croar de varios anfibios, pero la densa vegetación y la gran cantidad de agua anegada nos imposibilitaban llegar hasta ellos.
El sendero nos llevo nuevamente hacia la ruta donde nos limpiamos, descansamos y tomamos unos ricos mates para luego ir a conocer el pueblo antes de volvernos a La Plata.
Si bien el lugar era propicio para encontrar bastantes anfibios y reptiles acuáticos, el difícil acceso y las condiciones climáticas nos impidieron lograrlo. Quizás en un futuro con mejor equipo y más preparados para este tipo de terreno podamos obtener mejores resultados.
Comentario: Leonardo Tempesta
0 comentarios:
Publicar un comentario